En Conclusión

He de decir que la causa de nuestra desgracia, de nuestra vida desgraciada no son los acontecimientos adversos, ni la naturaleza desgraciada, maligna del hombre, ni una condena bíblica, la causa radica en una decisión, en una conclusión a la que llegamos de niños de que no eramos “especiales”, “extraordinarios”, y llegamos a esa conclusion porque «creiamos» que nuestros padres nos ponían condiciones para querernos, para valorarnos. Y entonces re-negamos de nosotros mismos y nos condenamos a mendigar el reconocimiento ante los demás o luchar por ello, contra todo el que lo cuestionara. Si hubiéramos tenido la oportunidad de “ser comprendido” estaríamos reconciliados con nosotros mismos y con los demás, sin tener que pretender, ahora,  llenar un saco sin fondo, ni perseguir nuestra sombra sin nunca alcanzarla, ni espejismos en las cosas que nunca nos sacian.

El más filosofo de los músicos fue Wagner que no solo componía la música y escribía los libretos de sus óperas, sino que escogia temas de los más relevantes, por ejemplo la búsqueda del Santo Grial . Por escoger solo una, yo empezaría por el prólogo de la ópera Tannhauser, la lucha de un hombre contra sí mismo, en la pugna sensualidad o amor; y haciendo abstracción, debatirse entre lo material o lo espiritual, entre lo interior (de la persona) o lo exterior

 

Hemos de llegar a replantearnos aquella conclusión equivocada, fruto de una confusión, (las normas de nuestros padres no eran mal intencionadas) que nosotros entendimos que nos negaban en nuestro íntimo existir; hemos de llegar a re-plantearnos aquella errada decisión de renegar de nosotros mismos, de “nuestro íntimo ser” porque solo eso queríamos, ser reconocidos en “lo que eramos”, en “lo que hay en nosotros”, en “lo que Existe” en nuestro interior, en “lo que Somos”.

Pero volver a plantearse la cuestión implica revivir el agudo dolor entonces sufrido de haber renegado de nosotros mismos, por lo que nos costará hacer frente al problema, lo que llaman en psicología “resistencia”, que tomará formas, una vez más, de pre-juicios: que “eso es una fantassía, que eso es una ilusión, que eso no es real, …. ¡¡¡que no puede ser real!!!“; prejuicios que hemos de superar una y otra vez apelando a la razón, a la lógica,… , una y otra vez, siguiendo la recomendación de Platón para salir de La Caverna: contra los prejuicios, la razón de nuestra mente lógica, del filosofo, con paciencia, sin desesperar, tomándonos todo nuestro tiempo.

Continúo con Tannhauser y la vuelta de los preregrinos reconciliados con Dios, y volviendo a hacer abstracción, reconciliados consigo mismo.

Cuando cambiemos nuestras vidas entonces sí estaremos en condiciones de cambiar el mundo, porque lo de ahora son solo apaños. Era eso lo que queríamos decir a nuestros padres, primero sentirnos re-conocidos, luego ya todo lo podríamos hacer.

No puedo terminar esta página inicial que con la músicas de Beethoven, que habiendo sido maltratado por un padre borracho que pretendía hacer de él otro niño prodigio como Mozart; que era conocido por sus contemporáneos por su muy mal carácter, de cuya incomprensión él se quejó silenciosamente en un testamento que redacto años antes de su muerte, cuando empezaba a perder el sentido del oído, él, un músico; y que sin embargo habiéndolo perdido del todo, no dejó de componer sus mayores obras, la Misa Solemne y la 9 Sinfonía, que con la coral del Himno de la Alegría, cantó a la fraternidad universal de los hombres.

En este fragmento de la Misa Solemnis primero el violín solista destaca por crear un clima de profundo sentimientos que los cantantes van aumentando hasta que luego Elena Garanca, la rubia, parece que llega por un instante, dos segundos, a lo sublime, en el minuto 1h12´40… hasta llegar al impresionante silencio del final.

Es el momento de terminar, como empezamos.

Ahora tal vez se comprenda mejor la respuesta a aquella pregunta: “¿Qué es la felicidad?”

Es un estado que llena a la persona de plena satisfacción de sí mismo y plena sensación de libertad, -nada le ata, nada le obliga, nada le condiciona-, por lo que no solo deja de estar enfrentado a los demás, sino que descubre que son sus iguales, los siente como a sí mismo, y los comprende en sus errores. En resumidas, es un estado que da vitalidad, mucha vida, y no depende de otra cosa que de des-cubrirse a sí mismo.

Recordemos la advertencia de los sabios griegos:

“Te advierto, quien quiera que fueres, Oh! Tu que deseas sondear los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo, aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tu ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias?. En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”

Descubrirse a sí mismo, ese es el anhelado tesoro, lo demás son sustitutivos.

Tu …………………………………………………………………………..  Felicidad

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Y aquí volvemos a enlazar con el pensamiento oriental. El hombre que se ha descubierto a si mismo, el hombre autorealizado, «iluminado» deja de depender del elogio de los demás, de sus criticas, de sus ofensas; deja de necesitar el reconocimiento de los demás o de acumular posesiones para reafirmar su valía, porque ya ha logrado verse a si mismo directamente, sin intermediarios.

Texto de la imagen:

10995923_431243397041947_440097728149952879_n7 pasos para dominar el ego

1- No te sientas ofendido

2- Liberate de la necesidad de ganar

3- Lieberate de la necesidad de tener razón

4- Liberate de la necesidad de ser superior

5- Liberate de la necesidad de tener mas.

6- Liberate de la necesidad de identificarte con tus logros

7- Liberate de la necesidad de tu fama

 

En la etapa final de esta búsqueda mía, me he sentido muy favorecido con la vista frecuente del “amanecer” del día, que, aunque no siempre es espectacular, tiene siempre un encanto especial que lo hace “irrepetible” pese a repetirse todos los días; así como el “descubrir” la música, el que puedes escuchar una y no sé cuantas veces y prolongar indefinidamente ese sentimiento “celestial» que debió inspirar al compositor; aquel lied (canción) ya escuchado en esta página que decía ….

“¡Oh, qué hermoso es tu mundo, Padre, cuando brilla con rayos de oro!… ¿Cómo podría yo quejarme, como podría yo tener miedo? ¿Cómo alguna vez podría haber algo mal entre tú y yo? . No, voy a llevar en mi pecho tu cielo para siempre….»

Cuando nos atrevamos a volver a «mirarnos» a nosotros mismos, y nos «re-conozcamos», habremos  encontrado lo que habíamos perdido desde la infancia, la conciencia en nosotros mismos. Entonces podremos empezar a vivir en plenitud de satifacción, de disposición, y de capacidad.

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Y finalmente, la música que Beethoven puso al poema de Schiller, Oda a la alegría

Muchísimos años de reflexión, mucho dolor y sentimientos de fracaso, algunas lecturas reconfortantes, y finalmente, unas satisfacciones, sobre todo en estos últimos años, en estos meses, semanas, …, han dado como resultado este trabajo, que aún no he terminado, y que ya comparto con ustedes.

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← El subtítulo: «A la búsqueda de sí mismo»

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Nota del autor

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Franz Schubert – Im Abendrot, interpretado en el vídeo a continuación por:
  1. Barbara Bonney Geoffrey Parsons
  2. Fischer-Dieskau
  3. Rudolf Schock
  4. O wie schön ist deine Welt – ASG Chor, Ltg.: Manfred Bühler
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